Cree
Esperanza que tuiteando a golpe de estertor podrá burlar su muerte política.
Ella, con su tan neoliberal sapiencia, conoce los síntomas y nota en sí misma
un latido débil desde que el electorado asesinó sus ínfulas de renacida
guardiana de la ortodoxia y el nuevo orden mundial. Parece ya más calmada,
menos proclive a ofrecer a cualquiera con un puñado de votos sus encantos. Varios
días ha pasado Espe guardando la esquina desde la que dejaba ver la mercancía,
esos veintiún concejales que se adivinaban entre el escote, pero aún es de
esperar alguna impúdica ocurrencia. Una postrera invitación a la coyunda
municipal. Lo mismo exhala su último suspiro en las redes sociales prometiendo
un silencio que será tan estruendoso como presencial fue su ausencia cuando
dijo que se marchaba para luego volver sin haberse ido nunca.
Rezará la lápida: “Aquí yace la lideresa” y ella se levantará de la tumba tan pichi para ordenar con desdén al cantero que le ponga una s de más. Lideressa tiene mucho más charme, ¡dónde va a parar!
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