Ya no se
hacen malos como los de antes. Bueno sí, está Pablo Iglesias, pero el adalid de
Podemos es más el mal como concepto, es ayudar al ciego a cruzar la calle y dejarle
en medio del tráfico de hora punta de una ciudad dormitorio a modo de
experimento. Me refiero a los malos de película, a los malos de cine de sesión
continua y descanso con visite nuestro bar. De esos ya casi no hay. El malo de
ahora justifica su malevolencia apoyándose en gilipolleces tales como la
ausencia del progenitor en sus funciones escolares o una pésima elección de
asignaturas de libre configuración en la carrera que sacó a trompicones por
hacerla compatible con cometer vilezas a tiempo parcial. Paparruchas. Un malo
que se precie de serlo pisa hormigas porque sí y fuma en la sala de espera de
neumología pediátrica por principios. Es algo genético, algo instalado en algún
sitio entre el estómago y el periné, no algo adquirido.
He de
confesar que el proceso que ha llevado al que suscribe a erigirse en la voz de
El Malo ha sido bastante natural. Tras años de observación, uno siempre se
posicionaba al lado de Darth Vader, de Falconetti, del Joker interpretado por
Nicholson y también por el de Ledger, de los malos a los que no se les veía la
cara en todo el metraje, de los que jugueteaban distraídamente con el botón rojo que disparaba los misiles
que apuntaban a la Casa Blanca, el Kremlin y el Bernabeu. Por todo esto tuvo
uno a bien ponerse en contacto con el montepío de Malos de Película y les
ofrecí mis servicios de pluma mercenaria. Deberían ustedes haberlos visto, todo
emocionados porque había alguien que se confesaba rendido admirador de sus
inquinas, deudor de sus mezquindades. Aceptaron, claro, tras acalorado debate
en el que el mundo pudo haberse ido a tomar por el mismísimo trasero dos o tres
veces en la misma tarde, y aquí me hallo.
Poseen los
malos una dignidad de la que carecen todos los buenos que en el mundo han sido.
Sirva de ejemplo esa costumbre tan de los malos de tardar demasiado en morir,
de levantarse de nuevo cuando todos les dan por requetemuertos. Ese pequeño
detalle habla muy a las claras de que los malos son de naturaleza tenaz y
persistente hasta a la hora de retirarse a criar malvas. Dicen los malos con un
pelín de nostalgia que cada vez son menos y que también han notado una acusada caída
en el censo de buenos. Tienen más razón que un santo y no hay más que detenerse un rato a reflexionar sobre las noticias: los que se multiplican a
ritmo exponencial a día de hoy son los mediocres…
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