El malo de la película

El malo de la película

lunes, 21 de julio de 2014

Malos de los de antes

Ya no se hacen malos como los de antes. Bueno sí, está Pablo Iglesias, pero el adalid de Podemos es más el mal como concepto, es ayudar al ciego a cruzar la calle y dejarle en medio del tráfico de hora punta de una ciudad dormitorio a modo de experimento. Me refiero a los malos de película, a los malos de cine de sesión continua y descanso con visite nuestro bar. De esos ya casi no hay. El malo de ahora justifica su malevolencia apoyándose en gilipolleces tales como la ausencia del progenitor en sus funciones escolares o una pésima elección de asignaturas de libre configuración en la carrera que sacó a trompicones por hacerla compatible con cometer vilezas a tiempo parcial. Paparruchas. Un malo que se precie de serlo pisa hormigas porque sí y fuma en la sala de espera de neumología pediátrica por principios. Es algo genético, algo instalado en algún sitio entre el estómago y el periné, no algo adquirido.



He de confesar que el proceso que ha llevado al que suscribe a erigirse en la voz de El Malo ha sido bastante natural. Tras años de observación, uno siempre se posicionaba al lado de Darth Vader, de Falconetti, del Joker interpretado por Nicholson y también por el de Ledger, de los malos a los que no se les veía la cara en todo el metraje, de los que jugueteaban distraídamente  con el botón rojo que disparaba los misiles que apuntaban a la Casa Blanca, el Kremlin y el Bernabeu. Por todo esto tuvo uno a bien ponerse en contacto con el montepío de Malos de Película y les ofrecí mis servicios de pluma mercenaria. Deberían ustedes haberlos visto, todo emocionados porque había alguien que se confesaba rendido admirador de sus inquinas, deudor de sus mezquindades. Aceptaron, claro, tras acalorado debate en el que el mundo pudo haberse ido a tomar por el mismísimo trasero dos o tres veces en la misma tarde, y aquí me hallo.


Poseen los malos una dignidad de la que carecen todos los buenos que en el mundo han sido. Sirva de ejemplo esa costumbre tan de los malos de tardar demasiado en morir, de levantarse de nuevo cuando todos les dan por requetemuertos. Ese pequeño detalle habla muy a las claras de que los malos son de naturaleza tenaz y persistente hasta a la hora de retirarse a criar malvas. Dicen los malos con un pelín de nostalgia que cada vez son menos y que también han notado una acusada caída en el censo de buenos. Tienen más razón que un santo y no hay más que detenerse un rato a reflexionar sobre las noticias: los que se multiplican a ritmo exponencial a día de hoy son los mediocres…

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