Marcó el
número de teléfono que ella le había dado aún sin haber digerido del todo la victoria.
Concertó la cita con urgencia, casi con indisimulada ansiedad, y ya a la mañana
siguiente a su pequeño triunfo se dejó ver con ella por la calle. A él se le
veía nervioso, a ella relajada, segura de sí misma. Dicen los analistas de
cámara que esa imagen de los dos paseando de manera supuestamente desenfadada anuncia
nuevos tiempos. Renovación. Uno cree que esa no ocultada sumisión del elegido alarga
la interinidad reinante, la provisionalidad que está asesinando metódicamente al
partido. No es más que otro escudo humano hasta que las condiciones sean
propicias para que la reina andalusí decida conquistar reinos más allá de
Despeñaperros.
Puestos a
mirar más allá, a donde los frívolos como el que suscribe dirigen la mirada de
manera disoluta, uno juega a trasladar la misma cita algunos años atrás en el
tiempo e imagina a los protagonistas con los papeles totalmente cambiados. La
chica con algo de sobrepeso nadaría en un mar de nervios y el guaperas del
instituto pisaría terrenos conocidos con total desenvoltura. Seguro que él le hubiera
dedicado una media sonrisa de las que derriten y ella se hubiese reído
tontamente, levantando de manera exagerada su caballuna quijada. Seguro que él
hubiera pensado con toda la razón que la tenía en el bote. Eso mismito es lo
que anteayer se le pasó por la cabeza a ella
Dice más esa mano abierta que la boca cerrada.
ResponderEliminarEsa mano muestra el camino....
ResponderEliminarGracias por comentar...